El malestar en la cultura contemporánea
Los malestares contemporáneos abarcan una gran diversidad de cuestiones que ni puedo ni deseo abarcar. Lo que desde hace tiempo me preocupa, me ocupa y motivó mis primeros escritos, fue el malestar que encontré en muchas personas involucradas en el ámbito de la atención médica, psicológica y social, incluido el mío propio. Es un amplio campo del que he formado parte desde muy diversos lugares, y en el que percibía una desorientación y un sufrimiento de más, tanto en pacientes o usuarios como en los profesionales. Un malestar que, desde mi contacto con el psicoanálisis, primero como analizante y posteriormente también como practicante, lo ubicaba totalmente ligado a la devaluación de la palabra en todos los ámbitos humanos.
Mi elección por la escritura, sintomática y pareja a mi recorrido analítico, impulsó mi deseo por explorar una posible conversación con otros saberes y por transmitir de un modo accesible las malas buenas noticias del psicoanálisis.
Mis libros están marcados por este impulso que, recorriendo la literatura, el cine, la filosofía y el psicoanálisis, trata de pensar y decir un malestar que no es ajeno a la banalización contemporánea del lenguaje.
Este trayecto me va llevando, en mis últimos textos y también en consonancia con mi recorrido analítico, hacia lo singular, hacia ese enigma, en parte indescifrable, de cada ser hablante. Mi amor por la palabra me impulsa a tratar de hacerla vibrar, en un afán quizá inútil pero inevitable de resistir el desierto que avanza sobre los dichos y el decir. En ese camino, me aproximo a la poesía con una sed insaciable. El fragmento, lo singular, lo deshilado pero vivo, empuja para contrarrestar con fuerza la ruina cuando el malestar se generaliza y los ideales ya no son un recurso.
No sé hasta qué punto mi perspectiva conecta con quienes me leen, pero comparto este camino con la esperanza de contribuir a cierta resistencia que pueda frenar lo que la poeta Alejandra Pizarnik detectó con lucidez en Nueva York en el año 1969: “… allí el poema debe pedir perdón por su existencia. El poema, el amor … todo lo que sea belleza sin finalidad y sin provecho visibles”.
Escribo convencida de la importancia de esa inutilidad que puede contrarrestar, de algún modo, el malestar contemporáneo. Tarea quizá vana pero que, a pesar de todo, me empeño en sostener.
Artículo publicado en Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Enlace